Piedras que parecen tener vida, como si fueran criaturas de un cuento de hadas
Si ya ha visto la película de Frozen, de Disney, seguramente, se acordará que, dentro de los personajes secundarios, pero importantes en la historia, figuran los trolls de piedra, seres mágicos buenos que habitan en un enorme campo, que, cuando están dormidos, se comprimen en una forma esférica, la cual, también, les ayuda a desplazarse mejor y más rápido, rodando por el terreno.
Si tratamos de asemejar la fantasía con la realidad y echamos a volar nuestra imaginación, podría decirse que dicho campo y dichos trolls “verdaderamente” existen.
Sí, en el pueblo de Costesti, en Rumania, hay un extenso valle repleto de enormes rocas que crecen, “se reproducen” y se mueven, como si estuvieran vivas, como si se tratara realmente de aquellos trolls, y que llaman la atención de locales, turistas y científicos. Y aunque estos últimos las han investigado para dar explicación a sus conductas, aún quedan algunos misterios.
A estas rocas en cuestión –lisas y sin bordes, y que pueden ser esféricas, cilíndricas o nodulares– se les ha denominado trovants, que, en rumano, significa ‘piedras que crecen’. De acuerdo con la ciencia geológica, la razón de su peculiar comportamiento se encuentra en su composición: tienen un núcleo extremadamente duro, rodeado por una acumulación de arena, la cual se fue sedimentando ahí a lo largo de siglos.
Diversos minerólogos coinciden en que las primeras sedimentaciones que comenzaron a formar a los trovants se dieron hace seis millones de años. La sedimentación de arena, entonces, es la responsable del crecimiento de las rocas, pero no es un proceso rápido, sino que avanza muy lentamente, al grado de que, en un milenio, las piedras apenas aumentan su tamaño unos cuatro o cinco centímetros. En la actualidad, hay trovants que llegan a medir hasta 10 metros.
La lluvia es un factor que influye en el crecimiento de los trovants, ya que, gracias al agua de ésta, llegan carbonatos minerales a las rocas, particularmente, el carbonato de calcio, los cuales entran en una reacción química con las capas de depósitos de arena y otros elementos de las piedras. De esta manera, se ejerce una presión interna en las rocas, haciendo que su volumen aumente.
Al cortar, en partes, las piedras, se revela un patrón o dibujo de anillos circulares, similar al que presentan los troncos de los árboles, producto de las capas encimadas por la sedimentación. Fue así como los científicos han logrado descifrar la edad de las piedras.
Sobre que “tengan vida” y sean capaces de moverse, se ha comprobado que los trovants se desplazan, en promedio, 2.5 milímetros cada dos semanas, y la explicación que proporcionan los científicos es que ello se debe a la relación entre la masa, la fuerza de gravedad y las condiciones del terreno y del clima, que, en conjunto, por las leyes de la física, haría que las piedras se inclinen, dando la apariencia de que se mueven.
Pese a estas explicaciones, llama la atención que estas piedras son diferentes a las del resto del mundo, aunado a otras preguntas que siguen investigando los científicos en torno a ellas. De acuerdo con Infobae, algunos, incluso, indican que los trovants son formas de vida de silicio, con una conciencia propia; otros consideran que, en realidad, se originaron a causa de antiguos terremotos; mientras que hay quienes sostienen que son capaces de “reproducirse y respirar”, aunque en un proceso que sucede a escala micro, entre dos días y tres semanas por “respiración”; o bien, hasta afirman que poseen una especie de pulso, el cual puede detectarse con tecnología de alta sensibilidad. Y no faltan quienes proponen que podrían provenir del espacio y que llegaron a la Tierra mediante una lluvia única de meteoritos.
Sea como sea, estas piedras representan una maravilla natural tanto por su forma como por los enigmas de sus orígenes y composición; por esto, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) ha declarado a los trovants como Monumento de la Humanidad. Además, el pueblo de Costesti posee el Museo Trovant, cuya misión es proteger a estas formaciones rocosas.
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