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Tres íconos del Antiguo Egipto



 

Para hablar sobre todas las maravillas del Antiguo Egipto, se necesitarían cientos, por no decir miles, de páginas; por ello, delimitar el tema parece lo más adecuado en esta ocasión.

 

Ahora bien, las primeras imágenes que se nos vienen a la mente cuando pensamos en este lugar enigmático son las de sus deidades; y es que el panteón egipcio es uno de los más ricos en cuanto a su cosmovisión. Por eso, para quienes visitan Egipto no les es raro encontrar distintas estatuillas o imágenes de representaciones míticas. Lo extraordinario de ello es la construcción religiosa que hay detrás de esas representaciones, el cómo esa civilización veía el mundo y el inframundo, y el porqué de eso.

 

El escarabajo

Un animal muy asociado con la cultura egipcia es el escarabajo pelotero. Este artrópodo era un ser divino para los antiguos egipcios precristianos y preislámicos; es por eso que su figura aparece en una gran cantidad de estatuillas, colgantes y jeroglíficos. Su presencia era sinónimo de buena suerte, por lo que, muchas veces, fue empleado como amuleto. Además, por su simbolismo, formaba parte del proceso de embalsamamiento. Se han encontrado esculturas de escarabajos en algunas momias, pues, normalmente, después de que se retiraba el corazón de los cadáveres, éste era sustituido por un escarabajo pétreo, el cual tenía una inscripción del Libro de los Muertos

 

Tal vez, una de las razones principales por las que se le atribuyó al escarabajo un aire de divinidad fue que se consideraba que tenía la habilidad de resurrección e inmortalidad. Lo anterior, porque los antiguos egipcios observaron que, de las bolas de estiércol que siempre empujan estos insectos, después de que éstas eran enterradas, salía vida nueva, de la nada. Por ello, creyeron que los escarabajos adultos tenían la capacidad de renacer de sus tumbas. Con esta ideología, no es de extrañar que, pronto, sus características fueran asociadas a las de un dios.

 

Khepri es uno de los dioses más famosos de la mitología egipcia, pues es parte de la trinidad de deidades solares; él tiene cuerpo de hombre y rostro de insecto. Se le asimiló al escarabajo porque la función de Khepri se trataba de hacer salir el sol, cada mañana, casi de la misma forma como el insecto se la pasa, todo el tiempo, empujando una bola de estiércol. Sí, Khepri empujaba el sol, como una pelota, a través del cuerpo de Nut, la diosa del cielo y de la bóveda celeste, hasta que se encontraba ya en el horizonte, dando, así, paso a un nuevo día. Este dios es una de las tres formas que tomaba la divinidad solar; las otras eran Ra (quien se encargaba del sol de medio día) y Atum (el encargado del atardecer).

 

Gracias a su naturaleza de dios de la resurrección, es frecuente verlo plasmado en las tumbas, pues su presencia recordaba que hay vida después de la muerte. Del mismo modo, cuando se le representa con su forma humanoide, Khepri porta un cetro uas o was (una vara larga) y un anj (la cruz egipcia), el cual es la “llave de la vida”, para que, así, todos aquellos que lo admiren recuerden que habrá un nuevo renacer en la vida eterna.

 

Cleopatra VII

Es otra figura muy representativa del Antiguo Egipto, siendo su última gobernante femenina. Las razones por las que su nombre es tan famoso hasta el día de hoy son diversas; entre ellas, por su sabiduría política y su talento para despertar pasiones; aunque, realmente, es poco lo que los historiadores y arqueólogos pueden decir, con certeza, sobre ella.

 

Cleopatra nació en el año 69 a. C. Su padre fue el rey egipcio Ptolomeo XII Auletes, y ambos eran miembros de una antigua dinastía griega, la cual se había apoderado de Egipto en el año 305 a. C. Por ello, su lengua materna era la koiné griega; sin embargo, ella fue la primera soberana ptolemaica en aprender el idioma egipcio. De hecho, otra de sus características es su inteligencia, pues destacó como diplomática, comandante naval, lingüista y escritora de tratados médicos.

 

Su padre falleció cuando ella tenía 18 años de edad, y  este suceso desató una controversia sobre quién de sus hijos debía subir al trono. Se decidió el joven Ptolomeo XIII gobernara, pero con la ayuda de su hermana Cleopatra, lo que concluyó en un matrimonio, que, en ese tiempo, era parte de la tradición egipcia. No obstante, el nuevo rey quería gobernar solo, lo que condujo a que se crearan facciones para ayudar a cada uno a obtener todo el poder, lo que hizo que estallara una guerra civil. Fue entonces que Cleopatra huyó, por un tiempo, a Siria, que estaba controlada por los romanos.

 

Ahí, Cleopatra, para recuperar su trono, recurrió a Julio César, que, en ese tiempo, era un general y político que estaba planeando ser el único dictador de Roma. A pesar de que había una diferencia de edad de 30 años entre ellos y de que César estaba casado, ambos empezaron una relación romántica.

 

Ptolomeo XIII murió ahogado en el río Nilo, cerca de Alejandría, tras ser perseguido por las tropas de César, en el año 47 a. C., y fue así que Cleopatra recuperó el trono de Egipto. Sin embargo, se tuvo que casar con su hermano de 12 años de edad, Ptolomeo XIV, para declararlo su cogobernante. Un tiempo después, Cleopatra dio a luz a un niño, Cesarión; la mayoría suponía que, en realidad, era hijo de César. La relación entre Cleopatra y César duró hasta la muerte de él, en el 44 a. C.

 

La gobernante de Egipto se encontraba en Roma cuando sucedió el asesinato de César. Pronto, regresó a Alejandría, donde, se piensa, mandó a envenenar a su hermano, para poder quedarse completamente con el trono, pero, esta vez, junto a Cesarión.

 

Como las relaciones políticas no se podían dar por terminadas con Roma, Marco Antonio, quien había ascendido al poder como uno de los tres líderes conjuntos de Roma, pidió una reunión con Cleopatra, para reforzar la alianza egipcio-romana. Su encuentro fue en el 41 a. C., en Tarso. Se dice que Cleopatra llegó en una suntuosa barca, luciendo un traje cuidadosamente elegido para impresionar a Marco Antonio, objetivo que logró. Casi de forma inmediata, iniciaron un romance,  pese a que Marco Antonio estaba casado. No obstante, fue esta relación la que propició la caída de ambos.

 

Después de unos actos bélicos en el año 30 a. C. (los cuales se desarrollaron porque los magistrados y el pueblo romano estaban molestos con la pareja debido a que creían que Egipto tenía influencias en los asuntos de Roma), Cleopatra se dio cuenta de que las tropas de Antonio estaban por perder. Así que ella se escondió en su mausoleo, con sus asistentes de confianza, y le envió un mensaje a Antonio, diciéndole que se iba a suicidar. Él, ante esta situación, decidió apuñalarse en el estómago, acto que le quitó la vida, a los 53 años de edad.

 

Cuando Octavio llegó a Alejandría, ocupó el palacio y se reunió con Cleopatra, quien le dijo que no sería exhibida como trofeo de su victoria. Él le prometió que la mantendría con vida, pero, cuando ella se dio cuenta de que su intención real era llevarla cautiva, decidió volver a atrincherarse en su tumba y se suicidó, en agosto del 30 a. C. Con su muerte, su dinastía terminó y Roma se apoderó de Egipto.

 

Las majestuosas pirámides


Por último, otro de los íconos más representativos de Egipto, sin duda, son las pirámides de Guiza, las cuales se construyeron entre el año 2550 a. C. y el 2490 a. C., aproximadamente. Así es, Cleopatra nació 2421 años después de eso. De hecho, la última gobernante de Egipto no es tan antigua como nos pudiera parecer, ya que, en la línea del tiempo, vivió más cerca del lanzamiento del iPhone que de la construcción de las pirámides de Guiza, pues el primer iPhone salió a la venta en 2007, tan sólo 2037 años después de la muerte de Cleopatra, en el 30 a. C.

 

Por eso, pensar que la gobernante era contemporánea a la construcción a las pirámides es similar a creer que la pandemia de COVID-19 y la fundación de Roma ocurrieron en el mismo momento, cuando, claramente, no es así. Incluso, se dice que Cleopatra las consideraba ya unas ruinas, aunque se sentía orgullosa del patrimonio arquitectónico que poseía su imperio; de hecho, como le gustaba presumir sus dominios, llevaba a los comerciantes, príncipes y altos mandatarios de otros reinos a conocerlas. Y cómo no enorgullecerse de ellas, consideradas una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo, aquellas piezas arquitectónicas que aún siguen en pie.

 

Son tres: la de Keops, la de Kefrén y la de Micerinos, y se encuentran a menos de 20 kilómetros de la capital. A pesar de que han pasado más de 4 mil 500 años desde su construcción, siguen impasibles al paso del tiempo, por lo que dejan sin aliento a quienes las observan por primera vez, sobre todo porque  se puede recorrer su interior. Además, junto a las pirámides, se puede apreciar a la Gran Esfinge, una escultura de 20 metros de altura, la cual, se cree, puede ser la representación del faraón Kefrén.

 

 

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