No hay mejor manera de concluir los festejos navideños y de iniciar el año que con el delicioso sabor de la Rosca de Reyes. Reunirse a partirla es un buen pretexto para compartir con la familia y los amigos; y aunque, oficialmente, el día para comerla es el 6 de enero, muchos la degustamos antes y después de esa fecha porque nos encanta. Hay a quienes les gusta encontrar al muñequito porque consideran que les traerá bendiciones y buena suerte, mientras que otros lo evitan, pues no quieren comprometerse a pagar los tamales el 2 de febrero, Día de la Candelaria. No obstante estos simbolismos cristianos, la idea de la rosca de Reyes es una herencia de tradiciones paganas, ¿lo sabía?
En busca del tesoro perdido
Las primeras civilizaciones (persa, egipcia, fenicia, siria, griega, hindú, entre otras), que eran politeístas, cada una, por su parte, y de acuerdo a sus normas religiosas, tenían una celebración en común: el nacimiento de un dios solar en el período equivalente del 20 al 25 de diciembre, que coincide con el solsticio de invierno.
En la Antigua Roma, alrededor del año 217 a. C., se organizaban las fiestas Saturnales, en honor a Saturno, dios de la agricultura. Éstas tenían lugar del 17 al 23 de diciembre, y durante esos siete días, se intercambiaban regalos, se hacían tertulias y se preparaban banquetes, en los cuales destacaba un pan redondo, hecho con una masa mezclada con higos, dátiles, miel y nueces, en cuyo interior se ocultaba una moneda de oro.
Posteriormente, poco antes del inicio de la Edad Media (s. V-XV), la religión judeocristiana adoptó esta práctica, ajustándola a sus creencias. A partir del año 354, se comenzó a celebrar la Navidad el 25 de diciembre, en tanto que la Epifanía, es decir, el encuentro de los Reyes Magos con el Niño Jesús, el 6 de enero, de acuerdo con lo narrado en los relatos bíblicos. Fue como parte de esta última conmemoración, que se impuso la costumbre de comer un pan dulce. Los primeros cristianos modificaron la forma de dicho pan por una rosca, la cual elaboraban con harina blanca, levadura y miel, y adornaban con frutos deshidratados.
De esta forma, a medida que el cristianismo se extendía por Europa, la tradición se dio a conocer en varias regiones. Desde el siglo XIV, había adquirido gran popularidad en Francia, con la llamada Galette des Rois, que era un pastel redondo, hecho con masa de hojaldre, relleno con crema de almendras. En su interior, se ocultaba un haba seca, y la persona que la encontrara se convertía en rey o reina durante todo el día. Años más tarde, el pastelero de Luis XV, rey de Francia, sustituyó la habichuela por una moneda de oro.
Por su parte, esta costumbre fue llevada desde Francia a España, por Felipe V, donde sufrió modificaciones en preparación. La versión española era un pan circular, ornamentado con frutas escarchadas, como el limón y la naranja, y con pasas y almendras.
Como es de imaginarse, la práctica llegó a Mesoamérica tiempo después de la Conquista, específicamente en el siglo XVII, donde, también, se fue adaptando a la cultura y el folclore que se estaban creando en Nueva España hasta adquirir la forma ovalada que conocemos hoy en día. Sin embargo, por aquellos tiempos, el ritual consistía en que, si un niño hallaba al muñeco, se le regalaban muchas golosinas durante ese día; en cambio, si un adulto era el afortunado, era nombrado rey, se le hacía compadre del dueño de la casa donde se partía la rosca y se convertía en padrino del Niño Jesús.
Cada elemento tiene un porqué
Hablando de la decoración de la tradicional Rosca de Reyes, esas delgadas y dulces franjas rojas, verdes y amarillas son más que sólo ate; y aquella capa gruesa y blanca es más que una deliciosa y peleada escarcha de azúcar. Cada uno de estos elementos, junto con la forma del pan y el muñeco escondido adentro, tienen un significado que sobrepasa los motivos gastronómicos y estéticos.
· Figura ovalada: Simboliza el amor de Dios y hacia él, que es continuo, eterno, sin principio ni fin.
· Frutas cristalizadas: Ya sean tiras de cáscara de naranja, de ate, higos caramelizados, nueces, costras de azúcar, entre otros, todos ellos representan las joyas de las coronas de los Reyes del Oriente; aunque algunas voces indican que, también, aluden a la gracia traída por Jesucristo, el amor, la paz y la felicidad.
· Muñequito: De acuerdo con La Biblia, Herodes era el soberano de Judea y del reino de Israel, sin embargo, según la profecía de Isaías, una virgen concebiría a un niño, hijo de Dios, quien tendría más poder que él y gobernaría al pueblo. De este modo, Herodes engañó a los Reyes Magos, diciéndoles que averiguaran el lugar de nacimiento del bebé, para ir a adorarlo. Guiados por una estrella, llegaron a Belén, y después de rendirle los honores al mesías, emprendieron su viaje de regreso por un camino distinto, ya que un sueño les había advertido que no debían revelar al rey el paradero del niño. En virtud de que Herodes haría lo necesario para encontrar a Jesús, para deshacerse de él y no perder su trono, José y María escondieron al pequeño. Es, precisamente, esa huida lo que representa el muñeco en la rosca. Según se dice, la primera vez que se ocultó una figurilla dentro del pan fue en 1894, la cual estaba elaborada con porcelana china.
La rosca alrededor del mundo
Una de las particularidades del intercambio comercial que hubo durante los viajes de exploración y conquista de la Edad Media en Europa y Asia, y posteriormente, en América, es que el ritual de la Rosca de Reyes se transformó según la influencia de cada cultura, conservándose de generación en generación hasta la actualidad.
En Francia, Bélgica, Suiza y la parte francófona de Canadá, aún se mantiene la tradición de la Galette des Rois, descrita anteriormente. En España, tienen el Roscón de Reyes, que no es ovalado, sino, más bien, como una dona de gran tamaño, cuyo ingrediente distintivo es el agua de azahar; la costumbre es que quien encuentre al niño o al objeto oculto debe retribuir el precio del pan al anfitrión. En Portugal, se degusta una rosca similar a la española, llamada Bolo Rei, ornamentada con pasas, uvas y frutos secos.
En Grecia, se come la Vasilopita, un pan redondo que puede ir decorado con una capa de azúcar glas, o bien, almendras, ajonjolí o algún betún, el cual contiene oculto una moneda o amuleto, que le dará buena suerte a la persona que lo halle.
Por supuesto, en nuestro país, no podemos dejar de acompañar este delicioso postre con un chocolate caliente, ponche, cafecito, atole o un té; siempre, a la expectativa de saber quiénes tendrán que comprar los tamalitos en febrero. Y es que, lo que distingue a la rosca mexicana de las demás es que no contiene un solo muñequito, sino que, dependiendo de su tamaño, puede llegar a ocultar hasta diez. Incluso, algunas pastelerías se han atrevido a innovar y, además del Niño Dios, colocan otras figuras para formar un nacimiento de colección, como la Virgen María, un ángel, un pastor, José, un borreguito, etcétera.
Por su parte, también, tenemos las presentaciones gourmet, que están elaboradas con una masa más delicada, y su decoración incluye ingredientes especiales, como chocolates finos, nueces, piñones, cerezas o mazapán. Y siendo aún más atrevidos, hay quienes hacen roscas temáticas, con piezas de alguna caricatura o película. Un ejemplo claro de este caso es la rosca de Star Wars, que se hizo popular el año pasado entre los fans de esta saga, en la cual, las figuras eran personajes de la serie The Mandalorian, como Baby Yoda, Darth Vader, Chewbacca, entre otros.
¿Sabía que, desde 1999, cada año, en el zócalo de la Ciudad de México, se organiza una partida pública de una mega rosca? El récord de la más grande, hasta el momento, lo tiene la que se elaboró en 2013, que medía mil 440 metros de largo por 90 centímetros de ancho; pesaba 9 mil 375 kilogramos y alcanzó para un aproximado de 250 mil personas.
Por su parte, la ciudad de Madrid, en España, es conocida como la capital del Roscón de Reyes, pues se calcula que se consumen más de 2.5 millones de estos panes anualmente.
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