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Tina Turner, víctima de la hipertensión



La hipertensión arterial es una afección crónica en donde la presión con la que el corazón bombea sangre hacia las arterias es alta. Generalmente, una persona se considera hipertensa cuando presenta valores de presión arterial iguales o superiores a 140/90 mmHg, aunque algunas guías internacionales prefieren manejar cifras a partir de 130/80 mmHg.


Esta condición es un principal factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares –como la cardiopatía coronaria, la insuficiencia cardíaca, las arritmias, ataque cardíaco y accidentes cerebrovasculares–, así como de la enfermedad renal crónica e, incluso, la muerte. Se le considera un ‘asesino silencioso’ porque no presenta síntomas sino hasta que ya ha llegado a un estado crítico y ha afectado otros órganos y sistemas del cuerpo. Por todo ello, es fundamental que se diagnostique a tiempo y se trate correctamente.


La cantante de rock Tina Turner, quien falleció el pasado 24 de mayo, no sólo fue víctima de la hipertensión, sino, también, de su propia ignorancia acerca de la enfermedad, pues pocos meses antes de su muerte, aceptó que no sabía qué era la hipertensión arterial ni qué consecuencias tiene para el organismo, hasta que ya era demasiado tarde, pues el problema derivó en complicaciones renales que la llevaron a tener que someterse a un trasplante de riñón.


Con motivo del Día Internacional del Riñón, en marzo, la cantante compartió su historia en el portal Show your kidneys love, con la intención de que su testimonio sirva para generar conciencia de la atención oportuna y adecuada, para evitar daños renales y otros padecimientos asociados.



Mis riñones son víctimas de que no reconocí que mi presión arterial alta debía ser tratada con medicina convencional. Me puse a mí misma en gran peligro al negarme a aceptar que necesitaba medicación diaria y de por vida. Por mucho tiempo, creí que mi cuerpo era un bastión indestructible e intocable”.


Su lucha comenzó en 1978, cuando fue diagnosticada con hipertensión; sin embargo, no le dio importancia y no hizo nada por controlarla. Fue hasta 1985 cuando comenzó a recibir tratamiento farmacológico; tomaba una pastilla al día y, para ella, eso era suficiente.


Al parecer, no era muy disciplinada con el tratamiento, ya que, en 2009, sufrió un ictus causado por la presión arterial no controlada. A partir de ahí, empezó a preocuparse y, entonces, volvió con el médico. Increíblemente, Tina desconocía el importante papel que desempeñan los riñones en el cuerpo; comenzó a informarse acerca de ello sólo cuando se enteró de que sus riñones ya funcionaban únicamente al 65 %.

Debido a esto, se sometió nuevamente al tratamiento farmacológico, pero la cantante de Proud Mary se había hecho la idea de que los medicamentos, lejos de ayudar, sólo la estaban perjudicando más, por lo que se negó a tomarlos. En cambio, por sugerencia de una amiga, decidió tratarse con la medicina homeopática, con la cual, incluso, llegó a afirmar que se sentía mejor.


Por supuesto, no le notificó a su médico que había suspendido la terapia convencional; entonces, en una consulta de rutina, Tina acudió ansiosa por corroborar si su terapia alternativa secreta estaba funcionando. Las noticias no fueron las esperadas, pues no sólo la homeopatía no estaba sirviendo, sino que el médico le dijo que ya tenía daños irreversibles en sus riñones. Comprendió, entonces, que el cansancio, las náuseas y la irritabilidad ocasional, que ella le atribuía a los medicamentos, eran, en realidad, indicios de que su enfermedad renal se estaba agravando, al grado de que debía empezar a hacerse diálisis.



“No sabía que las lesiones renales que padecía podían empeorar muchísimo por no controlar la hipertensión ni que yo misma había ido destruyendo mis propios riñones al no hacer nada por corregirla… Si hubiera sabido el riesgo que corría, jamás hubiera optado por la medicina alternativa… Por ser tan ingenua, había llegado al punto de que era cuestión de vida o muerte”.

En 2013, pocos meses después de casarse con Erwin Bach, sufrió otro ictus, consecuencia de que sus riñones, ahora, funcionaban sólo al 35 %. En 2016, su capacidad funcional renal se redujo al 20 % y se descubrió que, además, padecía cáncer de intestino.


Con todos esos padecimientos, su estado físico se deterioró drásticamente y tenía problemas para caminar y alimentarse por sí sola. La desesperación de no poder realizar sus actividades con normalidad, ni ser autosuficiente, además de estar conectada, por horas, a una máquina de diálisis la llevaron a un estado grave de depresión, que la motivó a tomar la decisión de inscribirse en una lista para recibir eutanasia, la cual es legal en Suiza, donde residía.


Su marido, en un intento de animarla a seguir luchando, le donó uno de sus riñones, en 2017. Los meses posteriores al trasplante fueron una “fase interminable de altibajos”, recordó. Su cuerpo intentó rechazar el órgano, por lo que tuvieron que reingresarla más de una vez. Antes de morir, ya había aprendido la lección, pero, lamentablemente, ya era tarde: “Tengo que tomar muchos medicamentos y sigo las indicaciones que me dan mis médicos al pie de la letra”.




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