El 31 de octubre de 1992, el papa Juan Pablo II reconoció la inocencia del astrónomo, filósofo, matemático y físico italiano Galileo Galilei, y anuló la condena que éste recibió 359 años, cuatro meses y nueve días antes, acusado de herejía, por parte de la Inquisición del siglo XVII.
En 1633, Galileo fue sentenciado a permanecer en prisión domiciliaria perpetua debido a que sus ideas y estudios contradecían la Teoría geocéntrica del universo, propuesta, en su respectiva época, por Aristóteles y Claudio Ptolomeo, que decía que el Sol y los demás planetas giraban alrededor de la Tierra, la cual había permitido a la Iglesia tener el control de los creyentes durante mucho tiempo. Galileo, por el contrario, apoyaba la Teoría heliocéntrica, de Copérnico, en la que el Sol está al centro y los planetas giran a su alrededor.
A pesar de haber cedido ante la presión del jurado para rechazar sus creencias, le fue dictaminado el castigo; no obstante, según el mito, cerró su declaración, con la célebre frase: “Y sin embargo, se mueve”, dejando entrever que no se retractaba del todo.
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