Una de las campañas que más se difunden como una medida de acción para rescatar al medio ambiente de los efectos producidos por la contaminación es la de ya no utilizar plástico. Es muy sencillo emitir ese tipo de sentencias: “No use más plástico” o “Renuncie a los plásticos”, pero no tanto llevarlas a la práctica. Y es que es casi imposible, por no decir completamente, eliminar al cien por ciento este material de nuestras vidas, dentro del entorno capitalista y del consumismo en el que vivimos. Lamentablemente, para que eso fuera posible, el mundo tendría que regresar a un estilo de vida más ‘primitivo’ y sencillo, trabajando y viviendo, prácticamente, de los propios cultivos.
Mencionamos lo anterior, no para desanimarlo, sino para hacerle una pregunta de conciencia: ¿Qué tan dispuesto está a renunciar a ciertas comodidades de su estilo de vida actual en favor del planeta y los recursos naturales? El periodista A. J. Jacobs, de The New York Times, intentó vivir todo un día sin usar nada plástico. Lo logró a medias, ya que, si bien no se rindió, no pudo realizar sus actividades cotidianas con normalidad, ya que había plástico en todos lados. No pudo usar su teléfono celular o su computadora, su auto, su ropa normal, cepillarse los dientes o usar siquiera desodorante, entre otros productos diarios, pues la mayoría tenían partes plásticas. Tuvo, en cambio, que buscar alternativas naturales. Durmió en una especie de sleeping bag improvisado, hecho con sábanas de algodón, porque su cama también tenía plásticos. Al final, pese a sus esfuerzos, cometió 164 infracciones (ignoró que la fruta tuviera pegada una calcomanía con la marca o que los alimentos a granel que compró estuvieran puestos sobre palanganas plásticas, por ejemplo).
Y es que sí, los objetos de plástico están presentes en todos lados, más allá de las bolsas de basura y los empaques. Haga la prueba, mire a su alrededor y cuente la cantidad de cosas que contienen este material, por muy mínimo que sea. ¿Cree que pudiera prescindir de ellas en su vida diaria? Zapatos, ropa, electrodomésticos, juguetes, artículos de limpieza, de higiene personal.
El plástico se creó para facilitar algunas actividades, ya que no es tan frágil como el papel, ciertas telas naturales o, incluso, el vidrio, y es impermeable, entre otras buenas propiedades. El problema vino cuando se comenzó a abusar de él y el consumismo hizo que se fabricaran cosas desechables, contraponiéndose a la idea de la durabilidad y de darle el mayor uso posible a un objeto.
En este sentido, si bien no se podría eliminar completamente el plástico de nuestra vida, sí podemos hacer ciertas acciones que conlleven a reducir su consumo lo más que se pueda. Aquí, algunas propuestas:
Evitar plásticos de un solo uso: Son aquellos productos que tienen una función fugaz y se desechan inmediatamente, como las envolturas, las bolsas de basura, los popotes, etcétera. Lo recomendable es sustituirlos por aquellos que vengan presentados en otro material, como los popotes reutilizables de acero inoxidable o de bambú. En el caso de las bolsas para los desechos, se puede usar una bolsa plástica gruesa, la cual pueda lavarse y volverse a usar varias veces, sin tener que tirarla cada que pasa el camión recolector.
Bolsas de tela: En el mercado, llevar bolsas de tela de distintos tamaños para meter los productos, como para las frutas y verduras o el total de las compras.
No consumir chicle: Esta golosina parece insignificante, pero está hecha de plástico, por lo que, al desecharla, contamina. La mejor opción es buscar chicles orgánicos y naturales, y tirarlos en contenedores especiales.
Comprar más alimentos a granel y menos envasados: Siempre que se pueda, llevar refractarios –de preferencia, de vidrio o metal– para contener ciertos alimentos al comprar, como el arroz, los frijoles, etcétera, en un mercado, o cuando se tiene la intención de comprar comida para llevar o al ir por un simple café. Hay muchas empresas tanto de alimentos como de productos de limpieza y otros giros que ya dan la opción de comprar a granel, precisamente, para evitar la producción masiva de envases.
Sustituir los objetos plásticos por alternativas de otro material: Es una medida similar a la de algunos plásticos de un solo uso. Por ejemplo, hay cepillos de dientes ecológicos hechos de bambú, libretas de papel reciclado, ropa de textiles naturales, pinzas de madera para tender, pañales de tela, entre otros. La cosa es buscarle, aunque, eso sí, no se deje llevar por la mercadotecnia. Si quiere comprar cosas ecológicas, parte de la responsabilidad como consumidor es asegurarse de que, en realidad, sean lo que prometen.
Separe la basura como corresponde: Esto facilita el reciclaje, para que los plásticos que se siguen desechando sean procesados de la manera correcta.
Ojo con los productos de limpieza: Muchos de ellos contienen microplásticos, además de otras sustancias químicas que pueden ser perjudiciales para la salud y el ambiente. Opte por productos naturales, como el vinagre, el bicarbonato de sodio, el limón o jabones ecológicos. No es necesario tanto químico, sólo una buena rutina de limpieza.
Llevar a cabo estas prácticas requiere de mucha voluntad y sacrificio, pero, al final del día, no sólo estaremos contribuyendo a salvar el planeta, la flora y la fauna, sino que, de paso, mejoraremos nuestra salud, ya que algunos plásticos son dañinos, además de que, al optar por alimentos más naturales, nuestra alimentación se vuelve más saludable. Asimismo, comenzar a renunciar al plástico nos enseña a vivir de manera más moderada, modesta y, en parte, más retadora. La pregunta es ¿qué tan dispuesto está? Inténtelo hasta que se le haga un hábito.
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