Viajar en avión puede ser una experiencia emocionante, más si se trata de visitar algún destino lejano, pero, también, puede ser una actividad agotadora y estresante para nuestro cuerpo. Si bien el problema general y más común puede ser jet lag (trastorno temporal del sueño debido a la diferencia de horario de cada lugar), hay otras condiciones médicas que pueden surgir durante un vuelo prolongado y que pueden ser muy preocupantes.
El jet lag, también conocido como descompensación horaria, es un trastorno del ritmo circadiano que ocurre cuando el cuerpo se encuentra en diferentes zonas horarias. Se presenta debido a que nuestro cuerpo está acostumbrado a un ciclo de sueño-vigilia determinado por la luz solar, y cuando nos trasladamos a un lugar con una diferencia horaria significativa, nuestro reloj interno se desincroniza con el nuevo horario. Como resultado, las funciones corporales, como el sueño, la digestión y la temperatura corporal, pueden verse afectadas. Los síntomas comunes pueden incluir dificultad para conciliar el sueño, fatiga, irritabilidad, problemas digestivos, dolores de cabeza y confusión mental; aunque los síntomas pueden variar según la cantidad de zonas horarias que se hayan cruzado, la dirección del viaje y la duración del vuelo.
De igual manera, se pueden tomar algunas medidas para disminuir el impacto de la descompensación horaria, como ajustar gradualmente el horario de sueño y vigilia unos días antes del viaje, beber mucha agua para mantenerse hidratado, evitar el alcohol y la cafeína, y tratar de dormir durante el vuelo, si es posible.
Otro de los problemas médicos más conocidos es la trombosis venosa profunda (TVP), que puede ocurrir cuando una persona está sentada en una misma posición durante demasiado tiempo, por lo que la circulación sanguínea se ve comprometida. Los síntomas pueden incluir dolor y aumento de volumen en las piernas. En algunos casos, la TVP puede llegar a ser potencialmente mortal, ya que si un coágulo sanguíneo se desprende y viaja al cerebro o al corazón, puede ocasionar un infarto en cualquiera de estos dos órganos. Afortunadamente, para los viajes, se puede reducir el riesgo de TVP al levantarse y caminar por el pasillo del avión, hacer estiramientos de piernas, usar medias de compresión y/o mantenerse hidratados.
La deshidratación también puede ser un problema común durante un vuelo prolongado. La falta de humedad en la cabina puede hacer que nuestra piel se seque, nuestros ojos se irriten y nuestra garganta se sienta seca y rasposa o adolorida. Además, la deshidratación puede afectar nuestra capacidad de pensar con claridad y tener una memoria aguda, lo que puede ser un problema particularmente grave para los que viajan por negocios o aquellos que tienen que tomar decisiones importantes a su llegada. Para evitar la deshidratación, se recomienda beber mucha agua antes y durante el vuelo, así como evitar consumir bebidas alcohólicas o energizantes, y mantener humectada la piel y los ojos.
Por otro lado, la exposición a la radiación también es un problema que se puede presentar durante un vuelo prolongado. A medida que aumenta la altitud, aumenta la exposición a la radiación cósmica, lo que puede incrementar el riesgo de cáncer y otros problemas de salud a largo plazo. Si bien la exposición a la radiación durante un vuelo único no es motivo de alarma, los viajeros frecuentes deberían considerar limitar la cantidad de viajes en avión que realizan o usar protectores de radiación de alto espectro.
El síncope es una pérdida transitoria de conciencia, que ocurre de repente. La persona suele volver en sí sin necesidad de técnicas de reanimación; generalmente, se presenta por falta de oxígeno. Aunque no es como tal una enfermedad, sino, más bien, un síntoma, es un evento que ocurre comúnmente durante los viajes largos. La presurización mantiene los niveles de oxígeno en la cabina de un avión en rangos aceptables. No obstante, suele ser del 15 %, frente al 21% del exterior. Como resultado, algunos pasajeros pueden ser susceptibles a este cambio y desmayarse por un período corto. Pese a que se recuperan en su totalidad, puede ser que algunos lleguen a necesitar oxígeno suplementario, para evitar que se vuelva a presentar.
Los aviones que realizan vuelos internacionales ascienden a una altura entre los 9,000 y los 13,000 metros sobre el nivel del mar, según la distancia a recorrer. A esa altura, la presión atmosférica es tan baja que la cabina debe ser presurizada, pero, a pesar de esto, existe un 25 % menos de oxígeno que en el ambiente.
Al salir de un entorno de aire comprimido, la presión externa desciende y el nitrógeno que se ha acumulado y no puede respirarse de inmediato provoca la formación de burbujas en la sangre y los tejidos. Estas burbujas tienen el potencial de agrandarse y dañar los tejidos o de bloquear el flujo sanguíneo a diferentes órganos, ya sea directa o indirectamente, los cuales van formando pequeños coágulos de sangre. Esta obstrucción de las arterias sanguíneas provoca dolor y otros síntomas diversos, como debilidad repentina en un lado del cuerpo, dificultad para hablar o mareos. Las burbujas de nitrógeno también pueden provocar dolor en tendones, músculos y articulaciones al causar inflamación en estos tejidos.
A pesar de que hay algunas enfermedades que se presentan con mayor frecuencia durante los viajes largos, es necesario tener en cuenta que las afecciones médicas previas que no estén bajo control, los procedimientos dentales o quirúrgicos recientes, la diabetes y los trastornos cardíacos deben evaluarse antes de realizar un vuelo largo, con la finalidad de prevenir cualquier forma de descompensación o complicación durante el viaje. Las enfermedades cardíacas, en particular, representan el 8 % de las emergencias a bordo, a pesar de que lo ideal sería realizar una evaluación del consumo de oxígeno.
Para finalizar, se recomienda que los viajeros beban mucha agua, caminen, al menos, por unos minutos cada cierto tiempo y consideren medidas de protección frente a la radiación cósmica, con la finalidad de reducir el riesgo de estos problemas. Además, es importante mantenerse informado y preparado antes y durante el vuelo, para ayudar a garantizar un viaje más saludable y seguro.
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