La historia y los orígenes de la anestesiología abarcan muchas culturas e involucran a una variedad de figuras; algunas, conocidas, y otras, no tanto. Esta participación en el desarrollo de la ciencia médica es indudablemente crucial para la existencia de varios métodos y sustitutos que nos permiten usar la anestesiología en diversas especialidades médicas en la actualidad.
Debido a las circunstancias que han ido surgiendo a lo largo del tiempo, las personas han intentado encontrar soluciones a una amplia gama de problemas, y abordar el malestar físico ha sido uno de ellos.
Inicialmente, Hipócrates y Galeno fueron de los primeros que intentaron controlar el malestar corporal. Antes de la cirugía, se adormecía al paciente, utilizando el primer método, que consistía en aplicar esponjas soporíferas, sumergidas en una mezcla de opio, mandrágora y beleño.
Otra técnica que se empleaba, aunque con menor frecuencia, era la de apretar el cuello del paciente hasta que se desmayara y comenzara a producir anestesia como resultado de la hipoxia cerebral (una condición en la que el cerebro no recibe suficiente oxígeno para funcionar correctamente). De manera similar, otra técnica consistía en golpear la cabeza del paciente, con un trozo de madera, para inducir una contusión en el cerebro.
La historia de la anestesia se desarrolló en Estados Unidos, en diciembre de 1844, cuando el artista itinerante Gardner Quincy Colton demostró los efectos de la inhalación de óxido nitroso. Dio la casualidad de que uno de los miembros del público era Horace Wells, un dentista que estaba interesado en los avances en su campo.
La curiosidad de Wells lo impulsó a realizar un experimento a la mañana siguiente, en el que su colega, John Riggs, inhaló el gas y, luego, se sacó uno de sus propios dientes. Así, Wells aprendió cómo producir óxido nitroso y comenzó a utilizarlo en su profesión. Sin embargo, más tarde, la anestesia falló y Wells perdió el interés en dicha sustancia y la atención de sus colegas cuando decidió presentar su descubrimiento en la universidad, más precisamente, en la Facultad de Medicina de Harvard.
A pesar de ello, el doctor William Norton, seguidor de Wells, persistió en sus investigaciones en esta dirección y solicitó la ayuda de Charles Jackson, su profesor de química en Harvard, para perfeccionar el método y el gas empleado. Aunque el origen exacto de esta técnica es objeto de debate, Morton investigó y probó el uso del éter para reducir el dolor durante las intervenciones quirúrgicas, tanto en pacientes humanos como en animales.
Tras años de pruebas, el doctor escocés James Young Simpson sugirió el cloroformo como analgésico, y la reina Victoria, incluso, accedió a que el médico John Snow se lo administrara durante el nacimiento de su noveno hijo. Pero, con el tiempo, el uso de esta sustancia causó muchos problemas, por lo que se creó una comisión para estudiar sus consecuencias. Tras considerar los posibles daños y repercusiones de su uso, se tomó la decisión de abandonarlo y volver al éter.
Como muchos científicos seguían insatisfechos con los medicamentos disponibles, se propusieron encontrar alternativas. Descubrieron el acetileno y el etileno, pero ninguna de estas sustancias fue capaz de superar al óxido nitroso. Más tarde, los doctores Velyien Henderson, George Lucas y Easson Brown se dedicaron a investigar un analgésico mejor que los que se encontraban disponibles hasta entonces: el uso del ciclopropano, descubierto desde 1882, pero cuya alta eficacia y seguridad no se reconocieron hasta 1930.
Por su parte, de acuerdo con algunos historiadores japoneses, Seishu Hanaoka había desarrollado un anestésico oral a base de hierbas, muy potente, unos 40 años antes. Este talentoso cirujano trabajó durante décadas experimentando con una mezcla de alcaloides de seis plantas distintas que podían crear un anestésico quirúrgico profundo que hacía que las cirugías mayores fueran indoloras y, finalmente, conducía a la recuperación del paciente. Era un método reproducible, que se enseñaba en todo Japón mientras estaba aislado del mundo exterior. Fue hasta finales de la década de 1840 y principios de la de 1850 cuando se introdujeron los métodos occidentales, por lo que la técnica de Seishu se abandonó.
No obstante, esto es sólo el comienzo de la anestesia. El uso de líquidos a base de hierbas para inducir un estado que permitiera realizar una cirugía sin que el paciente sintiera dolor ha sido documentado numerosas veces en textos medievales de todo el mundo. Los monjes que vivían en monasterios con grandes jardines de hierbas, donde se podían cultivar y utilizar los componentes, eran los responsables de este trabajo en Inglaterra y en gran parte de Europa. No está claro si todas las fórmulas tenían el mismo éxito, y la relación entre lo terapéutico y lo perjudicial probablemente era bastante baja.
En la práctica médica, la anestesiología nos permite bloquear la percepción del dolor, utilizando una variedad de formas al realizar cirugías. Además, diversas técnicas anestésicas permiten la administración de sedación o ansiolisis a pacientes sometidos a procedimientos mínimamente invasivos.
Desde la invención de la anestesia, los métodos quirúrgicos han mejorado significativamente en la actualidad. Sin embargo, anteriormente, las cirugías eran procedimientos rápidos para reducir las muertes por hemorragias. Una amputación podía completarse en, aproximadamente, diez o quince minutos, y los cirujanos más rápidos eran, en realidad, los más valorados.
Antes de 1846, a los pacientes se les daba vino o algo para mordisquear durante el procedimiento, como un palo de madera.
Además, por aquellos tiempos, había mala higiene personal. Como los gérmenes eran desconocidos a principios del siglo XIX, no se empleaba ninguna técnica antiséptica. Los cirujanos reutilizaban las batas manchadas de sangre, un testimonio de sus logros profesionales; no limpiaban las herramientas y los suministros que utilizaban, y se limitaban a limpiarse las manos después del procedimiento.
El uso de éter y óxido nitroso en quirófanos persistió a pesar del descubrimiento de analgésicos alternativos. Si bien, el óxido nitroso todavía se utiliza hoy en día con la ayuda de otros gases anestésicos y técnicas más avanzadas, el éter y el cloroformo se han ido eliminando gradualmente.
Sólo nos queda decir que, como pacientes de la actualidad, estamos muy agradecidos con los científicos que hicieron posible la anestesia segura durante cualquier tipo de cirugía, ya que duele todo el cuerpo el sólo pensar que, antes, estos procedimientos se practicaban con la persona sintiendo todo el dolor.
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