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La Pascualita

Actualizado: 6 abr 2021




La función de los maniquíes es modelar la ropa que se vende en una tienda, con el fin de presentarle al comprador cómo se vería ésta ya ajustada al cuerpo. Importa más que luzcan los atuendos que los muñecos que los visten, por ello, su aspecto no está tan detallado, pues sólo pretenden imitar la figura corporal humana. Son de colores planos, como negros, blancos, cafés o nude. Hay desde los más sencillos, como los descabezados, los que carecen de rostro y son calvos, hasta los que intentan ser un poco más reales, que simulan tener cabello, ya sea gracias a una peluca sintética o que éste forme parte de la misma impresión de la cabeza. De cualquier manera, sabemos que son seres inanimados, moldeados de plástico o porcelana, o eso quisiéramos creer, ya que, en el aparador de una tienda de Chihuahua, posa una modelo que, durante nueve décadas, ha llamado la atención de la gente, por su singular apariencia y las escalofriantes historias que se cuentan de ella.


Cualquier persona que pase a un costado de La popular, una tienda de vestidos de novia, con casi un siglo de existencia, ubicada en la calle Guadalupe Victoria 803, en la zona centro de la ciudad de Chihuahua, no podrá evitar voltear a ver a la Pascualita, un maniquí que ocupa todo un aparador, que llama la atención por su aspecto hiperrealista, que hasta pareciera que es una mujer de verdad. Tiene el cabello desteñido y rubor en su rostro, sus ojos brillan como los de una joven enamorada, su mirada proyecta emociones y sentimientos, y sus pestañas y cejas están hechas con implantes de auténtico pelo. Pero lo que más llama la atención son sus manos, pues en ellas pueden percibirse las líneas y los pliegues de una mano real, al igual que el desgaste natural de las uñas.


Lo lógico sería pensar que se trata de una muñeca perfectamente bien elaborada, no obstante, los más imaginativos han optado por creer que, en realidad, es el cadáver disecado y muy bien conservado de una mujer; un pensamiento que se ha ido alimentando con cantidad de suposiciones a lo largo de los años. El maniquí se exhibió por primera vez el 25 de marzo de 1930; parecía algo normal a pesar de su detallado diseño, sin embargo, lo siniestro comenzó cuando una persona le encontró un gran parecido con la hija recién fallecida de la dueña de la tienda, la señora Pascuala Esparza Perales de Pérez. La muchacha había muerto justo el día de su boda, a causa del piquete de un arácnido; algunos dicen que fue una araña viuda negra, mientras que otros sostienen que fue un alacrán. Entonces, comenzó a rumorarse, que, al no poder superar la muerte de su hija, doña Pascuala decidió embalsamar su cuerpo, para conservarlo en su tienda y que luciera eternamente como la novia que nunca pudo ser.


Sonaba a una locura, pero la gente se dejó llevar más por el chisme y el morbo que por intentar buscar la verdad, así que comenzó a señalar y a acosar a doña Pascuala, por cometer tal acto tan perturbador. La mujer siempre negó las acusaciones y sostuvo que Chonita, como se le conocía antes al maniquí, era una muñeca; no obstante, nadie le creyó. Desde entonces, se comenta toda clase de cosas para hacer más espeluznante la leyenda; por ejemplo, que en algún momento, un mago francés se enamoró de ella, la regresó a la vida y la visitaba todas las noches en la tienda, para bailar y beber vino. También, que sigue a los transeúntes con la mirada y que cambia de posición sola.


El local ha tenido varios dueños, pero la Pascualita y su leyenda se han mantenido “vivas” por más de 90 años. Han servido como un medio de publicidad para ganar clientes, quienes se sienten, quizá, más atraídos por la muñeca que por los vestidos, para comprobar si todo lo que se dice es cierto. Le han concedido el título de santa, dicen que cumple milagros y que, si una mujer casadera compra el vestido que modela, le otorgará buena suerte y bendiciones. Actualmente, cambia de atuendo dos veces por semana y sólo los empleados de mucha confianza están facultados para vestirla. Quienes han tenido la oportunidad de hacerlo han confirmado que su cuerpo no aparenta ser el de una muñeca, ni siquiera por muy bien hecho que esté. A la fecha, nadie ha podido confirmar la leyenda, pero tampoco desmentirla, y eso es lo que la vuelve aún más interesante.



Otras versiones de la historia cuentan que doña Pascuala mandó traer al maniquí desde Francia, pues creyó que podría ser un buen atractivo para su negocio, por parecer una mujer real, que ayudaría a que sus clientas se sintieran identificadas en ella, luciendo sus vestidos. Durante años, todo operó con normalidad, pero, casualmente, cuando la señora falleció, en la década de los 60, los sucesos extraños comenzaron a ocurrir. Las empleadas del lugar comentaban que la muñeca se movía sola, que lloraba y que les sonreía. Así, se pensó que el alma de la señora Pascuala se había quedado encerrada en el maniquí, para vigilar por siempre su tienda.

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