El agua desempeña un papel fundamental en el mantenimiento de la homeostasis, la estructura y la funcionalidad de los tejidos y de las células del cuerpo; esto, debido a su composición y estructuras específicas, así como, también, debido a su polaridad y capacidad para formar enlaces de hidrógeno con otras moléculas. De igual manera, el agua posee propiedades físicas distintas, a diferencia de las moléculas con pesos moleculares y composiciones idénticos.
A pesar de que dependemos de ella para vivir, nuestro cuerpo no es capaz de almacenarla ni fabricarla en cantidades suficientes, por lo que debemos consumirla de forma habitual. Por ello, se puede decir que el agua es un auténtico nutriente, que se debe consumir en mayor cantidad que cualquier otro. De hecho, derivado de esto, casi todas las guías dietéticas publicadas hoy en día recomiendan tener una ingesta de agua de ocho a diez vasos al día.
Normalmente, la sensación de sed que nos obliga a beber nos permite cubrir nuestras necesidades de agua, pero no siempre es así. Como la deshidratación se produce antes de que se manifieste el mecanismo de la sed, es mejor beber, incluso, si no se tiene sed.
No debemos perder nunca de vista que, en la naturaleza, no se encuentra agua pura y libre de químicos. El agua de lluvia, de los ríos, las aguas subterráneas y el agua que bebemos contienen, siempre, otras sustancias disueltas (electrolitos), que, incluso, en pequeñas cantidades, aportan cualidades organolépticas y nutricionales. Por ello, el agua debe considerarse un alimento en sí mismo, que complementa la dieta, mejorando el sabor y aportando algunos nutrientes.
El agua es la única sustancia que realiza tantas tareas diferentes, especialmente, en lo que se refiere a sus propiedades disolventes, de transporte, estructurales y termorreguladoras. De manera general, el agua funciona como un medio de transporte de todos los fluidos corporales y un disolvente general en soluciones iónicas y moleculares. Además, sirve como medio para los procesos fisicoquímicos que intervienen en la vida celular.
Asimismo, el agua participa tanto en funciones de sustrato como de producto en el metabolismo celular; por ejemplo, en los procesos de hidrólisis durante la digestión o en la oxidación de macronutrientes. Es el medio por el cual los productos de desecho se excretan en los pulmones, los riñones, el colon o la piel, para su eliminación; así como el medio por el cual las hormonas, los metabolitos y varios otros compuestos se transportan a través de la sangre.
Mantener el volumen celular es crucial para la vida y esto se logra a través de la cantidad de agua suficiente dentro del organismo. Las células han establecido mecanismos poderosos para regular su volumen, que está sujeto a variaciones debido a diversos factores, como la osmolaridad, el estrés oxidativo, las hormonas, el suministro de alimentos, entre otros. Estos sistemas permiten variaciones en la hidratación celular, que son indicadores cruciales de la expresión genética y el metabolismo celular.
Adicionalmente, el agua, también, funciona como un lubricante. A través de las lágrimas, se lubrican los ojos y se eliminan los desechos; la saliva lubrica los labios y facilita la masticación y la deglución; el líquido sinovial funciona como amortiguador de las articulaciones; y las secreciones mucosas lubrican los sistemas respiratorio, digestivo y genitourinario. Además, mantiene hidratados la garganta, la nariz y los oídos.
Las necesidades hídricas son difíciles de estimar, ya que éstas dependen de una amplia gama de variables endógenas y exógenas. La cantidad de ingesta de agua debe ser la suficiente para mantener una carga de solutos aceptable por parte de los riñones y para equilibrar las pérdidas, que pueden llegar a ser muy variables.
En un individuo sano, consumir mucha agua no provoca ningún problema fisiológico, ya que los riñones pueden eliminar el excedente, con rapidez y facilidad; sin embargo, una ingesta baja puede resultar perjudicial. Por otro lado, la sensación de sed es un mecanismo muy útil, que incita a beber tras períodos de privación de líquidos; además, se intenta obtener la mayor ingesta de agua a través de los alimentos y bebidas, para corregir la hipohidratación.
La ingesta adecuada de agua es la cantidad total de agua consumida, que incluye el agua procedente de los alimentos (frutas, verduras, etcétera), las bebidas (leche, caldos, jugos, infusiones, refrescos) y el agua potable (que debe suponer la mayor parte de la ingesta). Esta cantidad se estima para una población que realiza una actividad física moderada y reside en zonas con temperaturas ambientales moderadas. Se estima que entre el 20 y el 30 % del agua consumida cada día procede de las comidas, mientras que el 70-80 %, de las bebidas.
Síntomas de deshidratación
Al proceso que provoca un estado de déficit hídrico cuando la ingesta de agua es menor que la pérdida de de ésta se le conoce como deshidratación. Los grados de deshidratación van en función de la velocidad con la que se pierde el agua, ya que, si se produce de forma repentina, el organismo tendrá más tiempo para activar los sistemas compensatorios, pero, si se produce de forma gradual, los síntomas serán más graves.
La deshidratación se clasifica en tres categorías, según el porcentaje de agua o electrolitos perdidos:
Isotónica: Se refiere al estado en el que se pierden solutos y agua extracelulares por igual; esto sucede cuando alguien tiene diarrea, vomita o no bebe suficiente agua.
Hipotónica: Se da cuando los solutos se pierden con mayor frecuencia que el agua, la cual va de la región extracelular a la intracelular.
Hipertónica: Ocurre cuando la pérdida de agua es mayor que la de electrolitos, además de que hay poca ingesta hídrica o existe un incremento en la sudoración o micción; la deshidratación se presenta de manera intracelular.
Los dolores de cabeza, la irritabilidad, la temperatura corporal elevada y la desorientación mental están relacionados con la deshidratación. A su vez, la deshidratación puede ser la causa principal del estreñimiento, una afección que es muy frecuente en la población y para la que se recomienda aumentar la ingesta de líquidos, además de incrementar la práctica de actividad física y el consumo de fibra en los alimentos.
Debido a que el agua corporal, también, influye en el volumen de distribución de los fármacos solubles en agua, las demandas de líquidos en las personas pueden verse afectadas por los medicamentos que toman. En pacientes mayores, la misma dosis de un medicamento soluble en agua puede dar lugar a mayores concentraciones, lo que puede cambiar el efecto terapéutico o tener otros efectos desfavorables.
Por lo anterior, es importante hacerse el hábito de beber agua natural todos los días. Como mencionamos anteriormente, no espere a sentir sed para consumir este líquido vital, hágalo por períodos durante el día. Puede ayudarse de recordatorios, o bien, utilizar aquellas botellas reutilizables, que contienen marcas de objetivos para beber agua durante todo el día.
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