Al igual que las demás civilizaciones antiguas del mundo, los pueblos germánicos, procedentes de Escandinavia (Dinamarca, Noruega y Suecia), desarrollaron una mitología para explicar su concepción sobre el origen del universo y el desarrollo de la vida, la cual se compone de historias de dioses, héroes, villanos y criaturas fantásticas, como elfos, enanos y gigantes, y que entrelaza la magia, el misterio, la guerra, la astucia y hasta el romance. En esta primera entrega de la serie de relatos nórdicos, le narramos cómo los vikingos consideraban que fue la creación del mundo y de la humanidad.
Al principio de todos los tiempos, sólo existía un gran espacio solitario y vacío, sin tierra, cielo, estrellas o bosques; únicamente, había dos mundos opuestos y separados. Uno de ellos era nebuloso y extremadamente frío; se ubicaba al norte y se llamaba Niflheim. En él, había 11 ríos de aguas heladas, que provenían de una fuente voraginosa, llamada Hvergelmir.
Por otro lado, al sur de la nada, se hallaba Muspelheim, el mundo del fuego, en donde habitaba un gigante, de nombre Surt, quien sostenía una larga y flamígera espada, y que sólo saldría del lugar cuando el apocalipsis (Ragnarök) llegara, para incendiar el reino de los hombres y presenciar la caída de los dioses ante él, pero esa es otra historia.
El Niflheim y el Muspelheim estaban separados por una extensa área desierta y abismal, llamada Ginnungagap, la cual comenzó a ser invadida por las corrientes heladas de los ríos de Niflheim, que, al solidificarse, generaron enormes glaciares. Éstos fueron alcanzados, a su vez, por las llamas de Muspelheim, provocando su derretimiento. Fue ahí, donde el fuego y el hielo se encontraron, que surgieron los primeros seres vivos: Ymir, un gigante de escarcha, y Audhumla, una vaca sin cuernos.
Audhumla lamía los bloques de hielo para alimentarse de su sal, mientras que la leche que expulsaba por sus cuatro ubres formaba numerosos ríos, de los cuales bebía Ymir. Asimismo, de la vaca nació Buri, el antepasado de los dioses. Por su parte, del cuerpo de Ymir, brotaron otros seres: de su axila, surgieron un hombre y una mujer gigantes, de quienes se originó toda su descendencia; y de sus piernas, emergió una criatura de seis cabezas.
Buri contrajo matrimonio con una mujer gigante, y con ella, procreó a Bor, quien, se casó con Bestla, otra mujer gigante, y engendraron a Odín, Vili y Ve.
Cuando los tres hermanos crecieron, adquirieron conciencia de que no habitaban en ninguna parte, pues el Ginnungagap, pese a la existencia de ellos, seguía siendo un lugar vacío y desolado, sin principio ni fin. Asimismo, sabían que tampoco podían migrar a ninguno de los mundos ubicados a los extremos, ya que las condiciones de ambos eran inhóspitas. De este modo, se plantearon la necesidad de construir un universo habitable, ideal para todas las formas de vida. Así fue como dieron inicio a la Creación.
Concluyeron que, para lograr su cometido, era necesario asesinar a Ymir, pues él había sido el principio de todo, por lo tanto, de su muerte, se haría nueva vida. De la sangre que escurrió de su cadáver, se formaron manantiales, cuyas caóticas y agitadas corrientes arrastraron y ahogaron a todos los gigantes, excepto a Bergelmir, nieto de Ymir, y a su esposa, quienes lograron sobrevivir gracias a un baúl de madera que utilizaron como balsa. De ellos, surgiría un nuevo linaje de gigantes.
Con la carne de Ymir, Odín y sus hermanos hicieron la tierra; con sus huesos apilados, las montañas y acantilados; con sus dientes, las piedras y guijarros; y con las astillas óseas, la arena y la grava. Crearon los mares y los océanos a partir de su sangre y sudor; la bóveda celeste es el interior de su cráneo, en tanto que las estrellas son chispas de fuego que saltaron desde el Muspelheim; las nubes, las formaron con los fragmentos de su cerebro.
Habían hecho un nuevo reino, con forma de disco y rodeado de aguas oceánicas. Los gigantes, descendientes de Bergelmir, vivían marginados a las orillas de la superficie; y para mantenerlos segregados, los hermanos construyeron una muralla, con las pestañas de Ymir, delimitando una enorme área que tenía una atmósfera de ensueño. A dicho lugar lo nombraron Midgard, y poseía bosques, montañas, valles, cielo, tierra y ríos de agua cristalina; sin embargo, además de ellos, no estaba habitado por ningún ser que pudiera disfrutar de sus encantos.
En un intento por poblar Midgard, cierto día, mientras caminaban por una playa pedregosa, los tres hermanos encontraron dos troncos que flotaban por la orilla; uno era de madera de fresno, y el otro, de madera de olmo. Los levantaron, los colocaron verticalmente sobre la arena y, entonces, Odín les insufló vida; Vili les concedió voluntad, ambición e inteligencia para que pudieran moverse; y Ve los talló con forma humana. Al tronco de fresno le moldeó genitales masculinos y lo nombró Ask; y al de olmo, le otorgó el sexo femenino y lo bautizó como Embla.
Ask y Embla, como Adán y Eva, fueron los padres de todos los seres humanos y vivieron, para siempre, en Midgard, resguardados de los gigantes que habitaban a las afueras de la muralla.
Por lo anterior, se dice que Odín es el padre de todos, ya que fue él quien dio vida a los demás dioses y a nuestros antepasados.
Los Eddas son dos manuscritos antiguos, que comprenden los relatos recopilados entre los años 900 y 1220, y que representan la principal fuente de información sobre la mitología nórdica. El primer libro se conoce como Edda Mayor y contiene los poemas y cantos más antiguos de escritores anónimos. La segunda colección se llama Edda Menor o Edda de Snorre Sturluson, en honor a su autor. Se trata de un manual de poesía para los futuros escaldos (poetas escandinavos), que consta de tres secciones:
Gylfaginning, que es una descripción de la mitología, desde la leyenda de la creación del mundo, que acabamos de contarle, hasta el génesis de los dioses y sus vidas.
Skáldskaparmál, que es una presentación sistemática del lenguaje de los poetas y contiene muchas citas y ejemplos de obras de escaldos denominados y anónimos.
Hattal, que significa ‘registro de metros’. Consta de un poema de 102 estrofas; cada una, con su propia peculiaridad métrica o lingüística, mostrando así las reglas del lenguaje poético.
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