En enero pasado, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente publicó un informe que confirma la eliminación del 99 % de las sustancias prohibidas en 1987. Esto ha ayudado a que la capa de ozono se esté recuperando lentamente en la estratósfera, reduciendo, así, nuestra exposición a la radiación ultravioleta (UV).
Los científicos indican que, si seguimos por este camino, para el año 2066, la capa de ozono a la altura de la Antártida –la parte más adelgazada– se habrá recuperado a los niveles que tenía en 1980, mientras que, en el Ártico, la regeneración podría alcanzarse en el año 2045; en el resto del mundo, se prevé una reposición completa para el 2040.
Pero ¿qué fue lo que causó el adelgazamiento de la capa de ozono y cómo es que se está logrando regenerar? Primero, lo primero.
¿Qué es el ozono?
Es un gas incoloro e inestable, presente en la atmósfera, formado por tres átomos de oxígeno (su fórmula química es O3). Es un agente fuertemente oxidante, motivo por el cual se emplea como agente antimicrobiano, desinfectante para purificar el aire de estancias cerradas y en el tratamiento de carnes y otros alimentos envasados. Es fácil de producir, pero, a su vez, fácil de destruir por compuestos naturales que contienen átomos de nitrógeno, cloro y/o bromo en sus moléculas.
En la tropósfera (cerca de la superficie terrestre), el ozono es clasificado como un contaminante que causa muchos problemas respiratorios, ya que forma parte del smog fotoquímico y la lluvia ácida. Sin embargo, en la estratósfera (ubicada por encima de la tropósfera y por debajo de la mesósfera, y con un espesor aproximado de 32.5 kilómetros), este gas se percibe con tonos azulados y es un elemento importante para preservar la vida dentro del planeta Tierra.
¿Cómo se forma?
El aire presente en la atmósfera es una mezcla de gases; está compuesto por un 78 % de nitrógeno molecular (N2), 21 % de oxígeno molecular (O2) y 1 % de argón (Ar). El ozono se forma en la estratósfera cuando la radiación UV procedente del sol rompe el oxígeno molecular (O2) en dos átomos de oxígeno (O1). Si un átomo O1 choca con una molécula de O2, se une a ésta y forman una molécula O3, que es el ozono.
Escudo protector
La ozonósfera, denominada así a la capa de ozono ubicada en la estratósfera, forma un frágil escudo que protege al planeta de los rayos UV. Si esa capa desapareciera, la radiación del sol esterilizaría la superficie del globo y no sería posible el desarrollo de la vida tal y como la conocemos. Se calcula que impide el paso de entre el 97 % al 99 % de la radiación solar. Está tan bien esparcida por los 32.5 kilómetros de su espesor que, si se le comprimiera, formaría una capa en torno a la Tierra de 3 milímetros de espesor.
El daño a la capa de ozono permite que la radiación UV ingrese a la atmósfera de nuestro planeta y llegue hasta la superficie, con el potencial de provocar daños al ambiente, a la vida terrestre y a la salud; por ejemplo: melanoma, afecciones al sistema inmunológico, disminución del rendimiento de los cultivos, perjuicios a los bosques, a la vida submarina y agravamiento de la contaminación fotoquímica en la tropósfera.
Los ‘agujeros’ en la capa de ozono
El desgaste o erosión de la capa de ozono ocurre cuando existe un desequilibrio a favor de la destrucción del ozono estratosférico. Los llamados ‘agujeros’ de la capa de ozono, en realidad, son adelgazamientos o reducciones en la concentración de ozono.
Dicho adelgazamiento o agujero de ozono es un fenómeno recurrente que se produce en algunas regiones del mundo y está asociado a las estaciones del año, por lo que podría decirse que es, hasta cierto punto, normal. En la Antártida, se genera de manera más evidente, especialmente, durante la primavera austral, donde el agujero empieza a crecer hacia el mes de agosto y alcanza su máximo tamaño en octubre. Por otro lado, este mismo agujero de ozono aparece en el Ártico, en los meses del invierno boreal.
El doctor Mario Molina y el doctor Frank Sherwood Rowland publicaron una serie de artículos, entre 1976 y 1986, en los que identificaron la descomposición del ozono de la estratósfera. En dichos artículos, mencionaron que los CFC (clorofluorocarburos, clorofluorocarbonos o gases clorofluorocarbonados) eran los principales responsables de estos adelgazamientos, pero sus ideas no fueron tomadas en serio hasta el descubrimiento del agujero de ozono sobre la Antártida, en 1985. Gracias a su trabajo, Rowland y Molina compartieron el Premio Nobel de Química de 1995.
Los CFC son una familia de gases compuestos por cloro, flúor y carbono, y se emplean principalmente en la industria de la refrigeración, de aerosoles y también están presentes en aislantes térmicos.
Los CFC llegan a permanecer en la atmósfera entre 51 y 200 años. Con el paso del tiempo, alcanzan la estratósfera, donde se disocian por acción de la radiación ultravioleta, liberando el cloro y, entonces, éste comienza con el proceso de destrucción del ozono. Las emisiones de CFC provocan, aproximadamente, el 80 % del adelgazamiento de la capa de ozono. Afortunadamente, y en respuesta a acuerdos internacionales, hoy en día ya no se están utilizando este tipo de componentes, como una medida en favor de proteger la ozonósfera.
La recuperación de la capa de ozono ayudará a evitar hasta un 0.5 °C de calentamiento global.
El Protocolo de Montreal
Firmado en 1987, en Montreal, Canadá, es un acuerdo mundial, ratificado por todos los miembros de las Naciones Unidas, destinado a proteger la capa de ozono de la Tierra, mediante la eliminación progresiva de estas sustancias químicas que erosionan la ozonósfera. En el año 2009, se logró la ratificación universal, es decir, que todos los países son partes de este protocolo y, como tal, han asumido obligaciones frente a la comunidad internacional y con el medio ambiente.
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