Se ubica en el pueblo de Estes Park, en Colorado, Estados Unidos, a ocho kilómetros del Parque Nacional de las Montañas Rocosas. Este hotel, más allá de lo que se dice de él, es principalmente popular debido a que inspiró la famosa novela El resplandor, del escritor estadounidense Stephen King, que se sitúa en un hotel ficticio, llamado Overlook. La historia de dicho título, en partes, pareciera casi autobiográfica, pues tiene diversas referencias a la fama espeluznante del hotel Stanley e, incluso, a la vida del autor.
Como resumen rápido, El resplandor tiene como protagonista a Jack Torrance, un esposo y padre de familia, quien aceptó trabajar como cuidador del hotel Overlook, en Colorado, durante el invierno, junto a su familia. Su pequeño hijo, Danny, es capaz de ver y percibir energías paranormales, habilidad considerada como ‘el resplandor’. El cocinero del hotel también posee esa cualidad y, antes de abandonar el lugar, le advierte al niño que ignore todas las visiones que tenga y que no entre a la habitación 217. El hotel tiene el poder de poseer y manipular tanto a los vivos como a los espíritus que ahí deambulan, con fines terroríficos. Al no poder con Danny, decide entrar en la mente de su padre, para que éste mate a su esposa e hijo, y así poder absorber los poderes del pequeño. Al final, el niño y su madre logran sobrevivir, mientras que Jack fallece debido a la explosión de una caldera mientras perseguía a su hijo.
Un hotel en medio de la nada
La historia del hotel Stanley tiene algunas similitudes. Todo inició en 1903, cuando Freelan Oscar Stanley, un distinguido empresario de la fotografía, la automoción, la construcción y respetado lutier, se mudó, junto con su familia, al pueblo de Estes Park, en Colorado, desde Massachusetts, en búsqueda de aire fresco debido a que padecía de tuberculosis. Es una zona boscosa, por lo que las opciones de alojamiento eran sencillas y modestas, un estilo de vida al que no estaban acostumbrados, pues siempre habían disfrutado de lujos y comodidades. Fue por esa razón que se le ocurrió construir un hotel de clase alta, ostentoso en todos los sentidos, en el que se pudieran quedar los visitantes adinerados que quisieran convivir con la naturaleza sin padecer de ninguna necesidad.
El hotel se inauguró en 1909, siendo una construcción innovadora para su época; contaba con 48 habitaciones, ascensor hidráulico, alumbrado eléctrico, agua corriente, instalaciones sanitarias y línea telefónica; además, tenía un equipo de coches de vapor, de 12 plazas, diseñados por el mismo Stanley, para transportar a las personas desde y hacia la estación de tren, a 30 kilómetros del hotel. Sin embargo, no tenía calefacción, por lo que la lujosa estancia sólo abría en verano y permanecía cerrada durante el invierno.
Lamentablemente, el proyecto de Stanley no prosperó de la forma en que él esperaba, pues, debido a que sólo operaba durante una temporada al año, la clientela y, por lo tanto, los ingresos no eran los suficientes para cubrir con los gastos de mantenimiento. Así, en 1926, vendió el hotel a una compañía privada y, posteriormente, éste fue cambiando de propietarios, al mismo tiempo en que caía en decadencia por la falta de administración.
Huéspedes fantasmas
Parte del fracaso del hotel se debió a la fama que rápidamente se hizo acerca de que era un lugar embrujado, en el que habitaban presencias fantasmagóricas y ocurrían cosas espeluznantes, pensamiento que sigue vigente hasta la fecha, como el caso, precisamente, de la habitación 217.
Se dice que, en 1911, Elizabeth Wilson, una mucama, se electrocutó accidentalmente en dicha habitación y, desde entonces, los hechos paranormales comenzaron a ocurrir: muebles que cambian de posición por sí solos, maletas desempacadas y luces que se encienden y apagan. Se cree que todo ello es obra de la mujer, cuyo espíritu deambula por las recámaras, acomodando todo lo que esté fuera de lugar.
También, se ha dicho que no le gusta que las parejas no casadas duerman juntas en la misma cama; los huéspedes que han estado en esa situación han revelado que sienten una presencia y una vibra extraña en el ambiente. En el cuarto piso, se escuchan pisadas y risas infantiles, sin que haya alguien cerca.
En la habitación 428, supuestamente, se aparece un vaquero en la esquina de la cama. Asimismo, desde el lobby, es posible escuchar melodías de piano provenientes del salón de baile, estando éste vacío, y cuando alguien se asoma para supervisar, la música se detiene repentinamente. Se cree que quien toca es el espíritu de la esposa del fundador del hotel. Sobre Stanley, dicen que se deja ver en la sala de billar o en el vestíbulo.
El toque de Stephen King
Para la década de los 70, el hotel Stanley seguía en decadencia; a la gente adinerada no le parecía nada del otro mundo, mientras que los viajeros más modestos no podían pagar sus altos precios. Pero todo cambió gracias a un peculiar visitante y a su prodigiosa pluma, quien, en 1974, al igual que su personaje ficticio de Jack Torrance, se hospedó allí, junto con sus dos hijos y su esposa, Tabitha.
Antes de ese momento, Stephen King ya había terminado de escribir Carrie y El misterio de Salem’s Lot, ambas, ambientadas en Maine. Quería que la locación de su próxima novela fuera un lugar distinto, pero no estaba seguro cuál. Así que, según cuenta en su biografía, Stephen King: America’s best-loved boogeyman, tomó un mapa de Estados Unidos y, al azar, dejó caer su dedo sobre un punto; éste resulto ser Colorado. De este modo, a principios de 1974, se mudó allá, con su familia.
Con la llegada del Halloween, los King buscaron un lugar cercano a su nueva residencia, para pasar las vacaciones; fue así que dieron con el hotel Stanley, registrándose el 30 de octubre de ese año, precisamente, en la habitación 217, y siendo los únicos huéspedes, ya que el hotel estaba por cerrar debido a la temporada invernal. El entorno era lúgubre; todo en silencio y apagado, y mesas recogidas.
Esa noche tuvo una pesadilla. “Soñé que mi hijo de tres años corría por los pasillos, mirando hacia atrás, sobre su hombro, con los ojos dilatados, gritando. Estaba siendo perseguido por una manguera de incendio. Me desperté con un tremendo espasmo, transpirando, a una pulgada de caerme de la cama. Me levanté, encendí un cigarrillo, me senté en una silla, mirando por la ventana a las Rocosas y, para el momento en que el cigarrillo se había deshecho, tuve el armazón del libro firmemente establecido en mi mente”, dijo en su biografía.
El resplandor se publicó en 1977, tres años después de la visita de King al hotel Stanley, obra que lo consagró como el escritor estadounidense contemporáneo de terror. A partir de ahí, el Stanley comenzó a recibir cantidad de visitantes, curiosos por vivir la supuesta experiencia paranormal del lugar que inspiró una de las locaciones más terroríficas de la literatura: el ficticio hotel Ovelook. Lo curioso es que, para ese momento, King todavía no revelaba que se había basado en el Stanley para su libro, aunque no fue difícil para los lectores sacar la conclusión. La popularidad se acrecentó aún más a raíz de la adaptación cinematográfica del director Stanley Kubrick, en 1980.
Los dueños en turno comenzaron a darse cuenta de que la fama sobrenatural del hotel, lejos de alejar a la gente, por el contrario, la atraía, por lo que empezaron a promocionarlo bajo esa premisa. De hecho, el actual propietario ha afirmado: “Es posible que, durante su estancia, el visitante viva una experiencia extrasensorial, pero no se preocupe, nunca ha ocurrido algo siniestro. En nuestro hotel, hasta los fantasmas son felices”.
¿Verdad o mito?
Como siempre sucede con este tipo de lugares de fama espeluznante, los medios de comunicación se adentran en ellos para comprobar si todo lo que se dice es verdad. En 2006, el equipo del programa Ghost hunters fue a investigar y descubrió que muchos de los “eventos paranormales” tenían una explicación racional, como corrientes de aire que podían mover cosas o ruidos extraños provocados por el funcionamiento de tuberías; sin embargo, no logran explicar un suceso que vivieron: al cambiar la cinta de película de su cámara, una mesa se elevó medio metro. La Rocky Mountain Paranormal Research Society llegó a la misma conclusión, no encontró nada sobrenatural.
A pesar de ello, los turistas siguen afirmando ser testigos de eventos extraños, como escuchar la melodía del piano, el movimiento de objetos, las luces y ver sombras fantasmales. Los expertos señalan que podría tratarse de la sugestión de las personas, quienes van mentalizadas con la idea de que ahí suceden cosas raras, por lo que, ante cualquier situación, su mente ignora la explicación racional y se deja llevar por la fantasía. ¿Usted qué opina?
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