Ambas firmas, Ferrari, tirada por el caballo encabritado, y Lamborghini, precedida por un toro en ataque, son el orgullo de Italia dentro del sector de los automóviles deportivos, y, nos atreveríamos a decir, las más famosas del mundo en este segmento. Las dos son sinónimo de velocidad, lujo, elegancia y prestigio, y están asociadas con el triunfo y la perfección al volante. Pero su rivalidad trasciende las pistas de carreras y las ventas, existe desde antes de que Ferruccio Lamborghini pensara en abrir su empresa; a decir verdad, era cliente de Enzo Ferrari, sin embargo, un desplante que recibió por parte de éste lo motivó a convertirse en su principal competencia, con el fin de apaciguar su ego y defender su dignidad.
Todo sucedió a principios de la década de los 60; para ese momento, Enzo Ferrari y su compañía, Auto Avio Costruzione, establecida en el pueblo de Maranello, ya gozaban de una gran reputación en el mundo del automovilismo, pues durante los años 50, sus autos ganaron un sinnúmero de campeonatos de la Fórmula 1 y otros certámenes importantes, y los éxitos seguían acumulándose.
Por su parte, Ferruccio Lamborghini, miembro de una familia de granjeros y un apasionado de la mecánica, tenía una fábrica especializada en tractores para agricultura, que también había alcanzado gran prestigio, permitiéndole hacerse de una cuantiosa fortuna. Así, Ferruccio se compró toda clase de autos de lujo de reconocidas marcas, como Alfa Romeo, Lancia, Maserati, Mercedes-Benz y, por supuesto, Ferrari. De esta última tenía un 250 GT, que adquirió en 1958.
Pese a que los autos del caballito eran sus preferidos, a decir de Lamborghini, tenían algunos detalles que podían mejorar, como el excesivo ruido que generaban o su peso, que suponía un problema para maniobrar en el camino. Pero según la versión más extendida sobre esta anécdota, lo que desató la rivalidad fue que, cierto día, su 250 GT se descompuso del embrague, así que llamó a Enzo, enojado, y le dijo que “los Ferraris sólo le traían problemas... que eran pura basura”. La respuesta de éste fue que un fabricante de tractores no entendía nada de sus autos deportivos.
Lamborghini no reaccionó con otra frase o algún insulto, sino que contraatacó con acciones, creando su empresa, Automobili Ferruccio Lamborghini, en 1963, en Sant’Agata Bolognese, a 37 km de Maranello, de la que salió, tan sólo cuatro meses después de la discusión con Enzo, su primer modelo, el 350 GT, considerado una obra maestra de 12 cilindros. Con esto, demostró que sabía mucho de vehículos deportivos y que era capaz de construir incluso mejores autos que Ferrari.
Otro revés por parte de Lamborghini a Ferrari fue cuando, en 1966, lanzó el Miura, que incorporaba un motor central V12, el cual, en principio, fue despreciado por Enzo, pero después se vio obligado a emplearlo en sus modelos al ver que otras marcas también lo usaban y que mejoraba el desempeño de los autos en las competencias.
A partir de ese momento ambas empresas compitieron por ser las responsables de crear los carros más rápidos, innovadores, lujosos y preferidos de los pilotos y de los amantes de las carreras. Una batalla que se agradece, pues de ella surgieron joyas, íconos del automovilismo y de la historia del automóvil en general, como el 308 GTB (1975), el Testarossa (1984), el 288 GTO (1984), F40 (1987), modelo conmemorativo por los 40 años de la marca y el último diseñado por Enzo, el Enzo (2002) y el LaFerrari (2013), por parte del oriundo de Maranello; mientras que, de Lamborghini, se distinguen el Countach (1974), el Diablo (1990), el Murciélago (2001), el Gallardo (2003) y el Aventador (2011).
¿Cuál es mejor? La respuesta es subjetiva y depende mucho de los gustos de cada persona. Si bien Lamborghini nunca pudo desbancar a Ferrari de las pistas, sí destacó en las competencias de carretera. Por ello, habrá quienes prefieran subirse al lomo del toro, como Frank Sinatra, quien alguna vez dijo: “Usted conduce un Ferrari cuando quiere ser alguien, y un Lamborghini cuando ya es alguien”, o bien, quienes gusten de domar al caballo, como el mismo Enzo, que defendía sus modelos a capa y espada bajo el eslogan de: “Cuando usted compra un Ferrari, paga por el motor; el resto se lo doy gratis”... ¿Usted cuál prefiere?
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