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Etzatlán, un pueblo con cielo de colores y formas


Fotos: Gobierno del Estado de Jalisco

En la Región Valles, en el estado de Jalisco, se encuentra Etzatlán, un municipio que se distingue por su cálida y alegre población, unida por un encantador arte, que llena de color sus calles: el tejido estilo crochet a gran escala, el cual ha hecho que el nombre de este rinconcito mexicano, de apenas 306.3 kilómetros cuadrados de extensión, sea conocido a nivel internacional y ostente un récord Guinness, por la creación tejida más grande del mundo.


Recientemente, entre febrero y mayo pasados, 11 calles del municipio se cubrieron con un enorme techo, armado con carpetas hexagonales de crochet, hechas con rafia y de ocho colores diferentes, brillantes y llamativos, dispuestas de manera que formaban figuras geométricas de mayor tamaño. La composición se llama Cielo tejido –hablamos en presente porque volverá a exhibirse más adelante en este año– y fue elaborada por las manos de 200 artesanos (199 mujeres y un hombre), encabezados por la señora María Concepción Siordia –próxima a cumplir 91 años de vida y mejor conocida en el pueblo como Paloma Ron– junto con su hija, Damiana Lorena. Ellas, además de ser las iniciadoras del proyecto, han sido las impulsoras de este arte en Etzatlán, el cual ha sido una tradición dentro de su familia.


Ambas se iniciaron en esta actividad, en 2013, a raíz de la muerte de sus respectivos esposos, encontrando en el tejido un medio para enfrentar el duelo y la tristeza. Damiana había perdido a su compañero de vida y a su padre, con una diferencia de meses, por lo que comenzó a tomar clases de telar para distraerse; después, las compartió con su mamá y le propuso que, con las técnicas que habían aprendido, elaboraran una decoración diferente y espectacular para las fiestas del pueblo, que se realizan cada octubre, en honor al Señor de la Misericordia. La ornamentación típica para tales eventos son las series de papel picado, colgadas por doquier; sin embargo, ese año, ellas amarraron bufandas rojas y amarillas alrededor del tronco de un árbol de naranjo, que estaba afuera de la casa de la señora María Concepción, lo cual llamó mucho la atención de los vecinos.


Para la fiesta de 2014, decoraron seis naranjitos más, los mástiles de la luminaria pública y postes de luz y de teléfono, con tejidos de estambre de diferentes colores. Sus ideas y creatividad se convirtieron en un éxito entre los habitantes del municipio, por lo que, a inicios de 2015, madre e hija tuvieron la iniciativa de elaborar un kilométrico techo de crochet, que cubriera las calles por las que desfilaría la procesión con la imagen del Señor de la Misericordia, con el fin no sólo de embellecer el lugar, sino, también, de hacerles sombra. El material adecuado sería la rafia, para resistir a la intemperie.


Dado que se trataba de una labor difícil de conseguir en pocos meses y con sólo cuatro manos, Damiana y doña Concepción montaron mesas en la plaza principal de Etzatlán, llevando rafia y algunas muestras de sus carpetas hexagonales de crochet, para invitar a las personas a participar en el proyecto. Al inicio, se les unieron 60 mujeres, gracias a las cuales se logró adornar una cuadra completa en, únicamente, mes y medio. El Ayuntamiento, también, se sumó a la causa, donando madejas de rafia y algunas herramientas de trabajo; una ayuda que ha continuado otorgando hasta la fecha. Asimismo, más personas se han ido interesando, al grado de ser, actualmente, 200 tejedores de todas las edades.


En 2019, tejieron un colorido cielo, de 2 mil 800 metros cuadrados de extensión, montado a una altura de tres metros, el cual ganó el récord Guinness como el tejido tipo crochet más largo del mundo. A raíz de tal suceso, este arte trascendió las fronteras jaliscienses, y Damiana y su mamá fueron invitadas a representar a nuestro país y, por supuesto, a toda la comunidad artesana de Etzatlán, en la Exposición Universal de Dubái, que se realiza cada cinco años, para formar lazos comerciales internacionales. La obra exhibida en aquella ocasión fue un mural, de mil 300 metros cuadrados, que cubrió la fachada del pabellón mexicano que se instaló en el evento.


Pero claro está que la ambición de los tejedores no terminó ahí, puesto que, este 2022, se animaron a confeccionar el colorido techo del que le hablamos al principio, que medía cerca de 8 mil metros cuadrados y que tardó 10 meses en manufacturarse, más otros cuatro en montarse. Su tamaño, así como sus llamativos colores y formas –que pretenden rendir homenaje al arte tradicional de los wixárika, un grupo étnico de Jalisco, al igual que representar a todos los habitantes del mundo– convirtieron a ese Cielo tejido en uno de los principales atractivos turísticos de Etzatlán. Fue retirado a finales de mayo pasado, para darle mantenimiento, pero será colocado nuevamente en octubre, para la famosa celebración patronal.


Además, los tejedores ya trabajan en la elaboración de una parte adicional, para agrandarlo y cubrir seis calles más, teniendo un techo final que abarque alrededor de 13 mil metros cuadrados del municipio.


Con el objetivo de continuar transmitiendo este tipo de tejido, Damiana, su mamá y el gremio de tejedores han impulsado diferentes planes de promoción; por ejemplo, la impartición de talleres en las calles y en las escuelas públicas. Y es que el cielo de crochet no es sólo una manualidad, sino, también, desde el punto de vista sociológico, un tejido social, porque representa la unión que se da entre las personas y el lugar que habitan; los lazos que formamos con los demás, que nos acercan y nos permiten intercambiar tradiciones, mitos y cultura.





Si desea visitar Etzatlán por aquellas fechas, para apreciar la belleza del Cielo tejido, le recomendamos que aproveche la vuelta y conozca otros sitios atractivos del municipio, como parques acuáticos, casas de cultura, la parroquia de la Purísima Concepción, el santuario de la Virgen de Guadalupe, la antigua estación del ferrocarril y una gran cantidad de museos, como el Oaxicar, el Prehispánico, el de la Minería, el del Maíz y el Colonial.
Asimismo, se realizan recorridos a la zona arqueológica del Palacio de Ocomo y al pueblo fantasma de la Sierra del Águila.

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