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Estrés. Lo positivo y cómo manejarlo



El uso de la palabra ‘estrés’ tiene una gran difusión en nuestro lenguaje cotidiano e, incluso, en la mayoría de las veces, es percibida como algo negativo, entendiéndose como un sentimiento que causa malestar personal y que es origen de varias enfermedades. Sin embargo, desde el punto de vista evolutivo, el estrés ha propiciado la supervivencia de los seres humanos, porque les ha obligado a adaptarse a un mundo en constante transformación.


En el año 1926, por primera vez, se consideró al estrés como un factor psicobiológico importante, definiéndolo como la respuesta que se presenta en el cuerpo a consecuencia de un estímulo o agente estresante. Éste no necesariamente es nocivo; el estrés, también, puede producirse por acontecimientos placenteros.


Al hacer un análisis sobre los hechos que ocurren en nuestro día a día, podemos determinar cuáles son importantes y cuáles no, para, así, enfocarlos en la perspectiva correcta y evitar que la respuesta al estrés se vuelva un problema de salud a mediano y a largo plazo. En muchos casos, se considera que el estrés es un compañero de vida, que siempre estará presente, como en el origen de la historia del ser humano, donde se tuvo que luchar para sobrevivir, enfrentándose al fuego, al hielo, los depredadores, las inundaciones, los animales salvajes y los microorganismos, como los virus y bacterias.


El estrés nos es útil para hacer frente a los cambios que se nos presentan, desde los más simples hasta los más caóticos y devastadores, logrando que podamos tener una capacidad natural de adaptación a diferentes situaciones que nos pongan en tensión; y aunque, en ocasiones, creamos que es difícil salir del pozo, nuestro cuerpo está diseñado para ser capaz de afrontar, soportar y superar dichas adversidades.


La presión provocada por el entorno tiende a causar un estado emocional de malestar, ocasionando que surjan sentimientos y pensamientos negativos, los cuales se exacerban por exigencias propias o ajenas, de modo que el estrés emocional puede verse provocado por factores internos y no sólo por los externos.


Sin embargo, cada persona procesa este sentimiento de forma diferente, y lo que resulta estresante para un individuo puede que no lo sea para otro. La finalidad de este artículo es aprender a identificar lo bueno del estrés y a cómo manejar aquello que, en ocasiones, nos desborda. Así, el estrés es una emoción estimulante y positiva si evitamos verlo desde la primera impresión, es decir, visualizando las sensaciones que provoca, admitiendo que es necesario y útil en nuestra vida, identificando quién nos puede apoyar a afrontar y superar las dificultades, aprendiendo de él para resolver problemas, y manteniéndonos atentos a los cambios.


En algunas investigaciones psicológicas, se ha demostrado que el estrés está relacionado con la energía positiva y es una fuente de activación mental, que favorece la concentración y ayuda a colocar el foco de atención en nuestros propósitos y prioridades; nos anima, de alguna manera, a desempeñar las tareas y obligaciones, a ser productivos; estimula el aprendizaje y nuevos métodos, así como el crecimiento personal, por la autoevaluación, y es un auxiliar en la toma de decisiones.


La psicóloga e investigadora Kelly McGonigal confirma que es importante aprender del estrés, distinguir el lado positivo del negativo y cambiar la mentalidad que tenemos sobre él; pese a que, en la mayoría de los casos, se intente evitarlo, éste puede resultar beneficioso, ya que nos ayuda a obtener esa fuerza interna que se necesita para perseguir las metas y adaptarse a los cambios de la vida.


No obstante, aunque intentemos manejarlo de la manera adecuada, es posible que lleguemos a un momento en el que exceda nuestra capacidad de asimilarlo y comience a tener repercusiones en nuestro organismo, como palpitaciones, tensión muscular y cerebro hiperreactivo; de igual forma, puede alterar el ritmo circadiano, con períodos de insomnio o hipersomnia. Lo mismo sucede con el apetito, que tiende a incrementar o a disminuir.

Por lo anterior, es importante tener en cuenta algunos consejos que nos ayuden a manejarlo de la mejor forma:


1. Identificar las prioridades: Se refiere a delimitar la importancia de cada actividad que se tiene que realizar, marcar aquellas que son urgentes y las que pueden esperar un poco más; tener una tarea en mente a la vez.


2. Mantener contacto con las personas que nos pueden apoyar emocionalmente: Cuando el estrés se hace presente, ocasiona que nos sintamos abrumados, por lo que es importante contar con una red de apoyo, que nos brinde soporte emocional cuando lo necesitamos y que nos pueda sacar de esos pensamientos negativos.


3. Realizar actividades relajantes: Meditar, leer, estudiar, etcétera, pueden ser de gran ayuda para despejar la mente.


4. Evitar pensar obsesivamente en los problemas: Esto se puede alcanzar enfocándonos en los logros obtenidos o explorar las posibles soluciones al problema que tenemos enfrente, poner la atención en cómo se puede salir de él y no en la dificultad en sí.


5. Realizar actividad física: Se recomienda practicar algún ejercicio o deporte; incluso, una tranquila caminata, por 30 minutos diarios, tiene un gran impacto en los procesos mentales.


6. Acudir con un profesional de la salud emocional: Es importante determinar el momento en el que el estrés nos está superando o se está saliendo de nuestro control. Esto conlleva a aceptar que requerimos del apoyo emocional de un profesional, para poderlo manejar; no siempre se puede con todo.

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