La maestra de Jorge y Pablo les pidió a sus alumnos que, de tarea, hicieran la maqueta de una ciudad. Naturalmente, el proyecto de cada uno de los niños fue diferente e integraba lo más representativo de una urbe: carros, casas, una que otra tienda y un parque; algo sencillo. Sin embargo, hubo una maqueta que sobresalió, la de Jorge, pues era de grandes dimensiones y había cuidado hasta el más mínimo detalle: tenía cableado y postes de luz, semáforos, figuras que asemejaban a los peatones, un puesto de fruta y otras cosas, que la hacían parecer una metrópoli real. Sin duda, era la más bonita y llamativa de todas. Asombrado, Pablo preguntó quién de sus compañeros la había hecho, y la maestra respondió que había sido Jorge, a lo que Pablo, con tono de alivio y despreocupado, comentó: “Claro, no podía haber sido alguien más”.
El efecto Pigmalión es un término que se maneja en psicología para referirse al fenómeno en el que la imagen, la opinión y, especialmente, las expectativas que una persona tiene de otra repercuten en el comportamiento y el rendimiento de esta última; es decir, de manera directa o no, A ejercerá una influencia sobre B, para que actúe de tal forma en que la idea o el concepto que A tiene de B se reafirme o, bien, que B cumpla con lo que A espera de ella. En otras palabras, se trata de hacer todo lo posible por no defraudar al otro a través de superar una “presión” (expectativa) que éste ejerce sobre nosotros.
En la historia anterior, tanto Pablo como el resto de sus compañeros sabían que Jorge siempre hacía proyectos y tareas notables, por lo que esperaban que hiciera una maqueta impecable. Al enterarse que así fue, Pablo no se sorprendió, sino que confirmó la idea que tenía de Jorge. Si el resultado hubiera sido opuesto, que Jorge hubiera entregado un mal trabajo, habría causado inestabilidad en el concepto que Pablo tiene de él, de modo que éste habría hecho todo lo posible por hacerle notar que “lo defraudó”, incentivándolo a que volviera a ser el de antes, y, así, Jorge trataría de cumplir con esa expectativa.
¿Quién es Pigmalión?
Este concepto toma su nombre del mito griego de Pigmalión, un rey de Chipre, habilidoso en las artes plásticas, que tenía dificultades para enamorarse y encontrar una pareja, pues ninguna mujer le parecía la indicada. Como consuelo, él mismo talló una escultura de marfil, con forma femenina y de tamaño real, a la que llamó Galatea. Quedó tan fascinado con su perfección y belleza que se enamoró de ella, pero no podía ser correspondido porque su amada no tenía vida. Entonces, le imploró a Afrodita, diosa de la belleza, la sensualidad y el amor, que convirtiera su escultura en una mujer de verdad; y no paró de insistir hasta que se lo concedió.
La relación del mito con este fenómeno radica en que el rey se empeñó tanto en creer y esperar que su Galatea cobrara vida, que, finalmente, lo consiguió.
Arma de doble filo
Al efecto Pigmalión también se le conoce como “profecía autocumplida” y puede impactar en la persona tanto de forma positiva (alto rendimiento) o negativa (baja autoestima, inseguridad y malos resultados).
✓ Adquiere un enfoque favorable cuando, por ejemplo, la otra persona considera que somos capaces de lograr un objetivo, y, entonces, nos valora, motiva y anima, de modo que se generan en nuestra mente las llamadas “creencias potenciadoras”, que son ideas positivas y alentadoras sobre nosotros mismos, que nos ayudan a cumplir las metas en cuestión y, por lo tanto, a aumentar o mejorar nuestro rendimiento. Cuando las expectativas provienen del propio individuo hacia sí mismo, el efecto se denominará Galatea.
× Por el contrario, si la persona considera que no somos los suficientemente buenos para realizar una tarea, nos influirá de tal manera que terminaremos pensando lo mismo, lo que afectará nuestra autoestima y, por ende, generará un mal desempeño de nuestra parte. En el caso anterior, hay una motivación; mientras que aquí, se trata de una desmotivación. Cuando esto ocurre, en lugar de llamarse Pigmalión, se le conoce como efecto Golem.
En resumen, los efectos anteriores se basan en el principio de convencer a una persona de una idea de sí misma, basada en los propios pensamientos del otro, para que se la crea y actúe de cierta manera.
El poder de la mente
El primero en acuñar el nombre de Pigmalión para referirse a este fenómeno fue el psicólogo social estadounidense Robert Rosenthal, a raíz de una investigación experimental que realizó en 1968. Reunió a los docentes de cierta escuela y les hizo creer que sus alumnos habían sido evaluados con un examen para determinar sus capacidades intelectuales. Luego, les presentó los resultados y les mencionó los nombres de los niños que supuestamente habían alcanzado los mayores puntajes, sugiriéndoles que ellos tendrían mayor potencial y un mejor rendimiento a futuro. Cabe destacar que todo se trataba de una mentira, pues tal evaluación jamás fue aplicada.
Al término del ciclo escolar, curiosamente, los niños que según habían sobresalido en la prueba fueron los que obtuvieron las calificaciones más altas y un mejor aprovechamiento. ¿Coincidencia?, no, el secreto fue el efecto Pigmalión. Lo que sucedió fue que, con la idea de los resultados del falso examen, los profesores se crearon altas expectativas de aquellos estudiantes, por lo que, de cierta manera, incluso de forma inconsciente, los incentivaron, motivaron e influyeron en ellos, para que tuvieran un buen desempeño, pues estaban convencidos de que eran capaces. El experimento demostró la premisa básica del fenómeno: que la opinión, el concepto y lo que los demás esperan de nosotros afectan nuestro pensamiento y respuesta.
Así como en el salón de clases, el efecto Pigmalión o, en su defecto, el Golem, está presente en el ámbito laboral y familiar, donde la productividad de los trabajadores o hijos está condicionada por las expectativas que el jefe o los padres tengan de ellos. Básicamente, puede observarse en cualquier grupo social.
¿Cómo ser buenos Pigmaliones?
Es importante ser conscientes de que todo lo que nos dicen o decimos lo interiorizamos, nos lo creemos y nos convertimos en ello. Por eso, es muy importante ser cuidadosos con nuestras palabras y cómo las expresamos, sobre todo cuando se trata de cosas negativas, ya que comunicarnos de la forma incorrecta puede afectar la autoestima y los sentimientos de la otra persona, especialmente si se trata de niños, pues, recordemos, no todos tienen el mismo carácter ni sobrellevan las críticas de la misma forma. Además, incluso tratando de enviar un mensaje de motivación, éste se puede confundir con una dura presión, la cual se alejaría de su propósito inicial y resultaría contraproducente. Recuerde que el secreto de todo buen líder es siempre transmitir positividad.
Por otro lado, si nos encontramos frente a una situación de expectativa o concepto negativo hacia nosotros, para evitar que el efecto Golem se produzca, es necesario ser autocríticos para tomar o desechar los juicios, así como de las personas de quienes vienen. Es preciso tener una autoestima sana, con reconocimiento de nuestras cualidades, defectos y áreas o conductas que podemos mejorar, al igual que una correcta gestión de nuestras propias expectativas y metas, para poder diferenciar hasta dónde sí cumplir con las exigencias de los demás.
Cerramos esta nota con una frase de Albert Einstein, que resume la esencia y el impacto del efecto Pigmalión o Golem:
"Todos somos genios, pero si juzgas a un pez por su habilidad para trepar árboles, vivirá toda la vida pensando que es un inútil".
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